Más allá del pánico: la realidad tras la migración climática

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Con el objetivo de descubrir las realidades de los demasiado a menudo invisibles “migrantes climáticos”, la coalición de la campaña Climate of Change acaba de publicar un informe que explora el nexo entre cambio climático y patrones de movilidad en cuatro países. Se trata de cuatro países que están experimentando desastres naturales con mayor frecuencia e intensidad: Senegal, Guatemala, Camboya y Kenia.

Lecciones de la guerra de Ucrania

La guerra en Ucrania revela la capacidad de la UE para brindar asistencia rápida y eficaz a las personas desplazadas. Al mismo tiempo, ha evidenciado cómo nuestro modelo económico, basado en combustibles fósiles y extractivismo de recursos, está alimentando conflictos y migraciones forzadas.

Si bien en 2015 varios Estados miembros cerraron sus fronteras ante la crisis de refugiados sirios, la UE solo tardó una semana en implementar la Directiva de protección temporal cuando Rusia invadió Ucrania. Esta directiva proporcionó permisos temporales de residencia y asilo para las y los ucranianos. Así, se demostró la capacidad de la UE para dar respuesta rápida al conflicto, albergando a quienes huyen del horror. Hasta la fecha, 5 millones de ucranianos se han beneficiado de la protección temporal de la UE.

Además del principio de solidaridad internacional que debería impulsar a la UE, su pasado colonial y sus actuales relaciones comerciales globales resaltan una responsabilidad histórica en muchos conflictos que asolan el planeta. El cambio climático no es una excepción a esta lista de conflictos inducidos por la UE.

Sin embargo, las personas desplazadas por los desastres climáticos o la degradación ambiental no cumplen con la definición legal de “refugiado”. Por lo que, a menudo, pasan desapercibidas en el debate público. Reconociendo esta creciente necesidad de identificar la demografía de los refugiados climáticos, investigadores de la Universidad de Bolonia publicaron, en nombre de la campaña Climate of Change, un informe titulado “¿Más allá del pánico? Explorando las movilidades climáticas”.

¿Quién es el migrante climático?

El cambio climático es una causa importante de migración y estudios recientes estiman que, para 2050, puede obligar a 216 millones de personas a abandonar sus hogares. Es importante señalar que esta cifra se refiere a la migración interna, no a la transfronteriza.

Pese al potencial de una gran migración por el clima y la necesidad de adoptar políticas de inmigración en torno a esta afluencia, los países industrializados están construyendo muros en lugar de puentes. Los mayores emisores de gases de efecto invernadero gastan más del doble en armar sus fronteras que en adaptación climática. El Transnational Institute se refiere a esta disparidad de gastos como el “muro climático”.

Un informe más allá de los muros climáticos de Europa

Situados en el cinturón tropical, Senegal, Guatemala, Camboya y Kenia poseen economías extremadamente vulnerables al clima. Sin embargo, los cuatro países del informe representan el 0,1% de las emisiones globales, en comparación con el 37% emitido por los países industrializados.

Las actividades que dependen del clima, como agricultura, pesca o pastoreo, son elementos básicos de las economías de estos cuatro Estados. Esto los hace cada vez más susceptibles a los efectos del cambio climático. Por ejemplo, las lluvias irregulares y sus consecuencias, como la sequía en Kenia y Senegal o las repentinas inundaciones en Guatemala y Camboya, causan estragos en los motores económicos de la agricultura y la pesca.

Al mismo tiempo, la degradación ambiental, derivada de la mala gestión y el abuso de recursos naturales, está provocando deforestación (tala ilegal en Camboya y Guatemala), desertificación (Senegal y Kenia) y alteración de ecosistemas, como los bosques de manglares de la costa senegalesa. La pesca en Senegal, que da empleo al 15% de la población, está siendo devastada por el calentamiento global, la mala gestión de residuos, la contaminación y el acaparamiento de los océanos.

El cambio climático multiplica las vulnerabilidades preexistentes en estos países (pobreza, falta de recursos, inseguridad alimentaria). Por ello, las personas, especialmente quienes trabajan con y dependen del medioambiente, son más propensas a migrar como única estrategia de adaptación.

La justicia climática es justicia de movilidad

A pesar de la narrativa generalizada de que la migración climática es una migración masiva al Norte global, nuestro informe corrobora que la migración intrarregional es mucho más frecuente que la internacional cuando se debe a razones relacionadas con el medioambiente.

Para los migrantes de los cuatro países, los restrictivos sistemas de visado hacen que los canales regulares de migración transfronteriza sean extremadamente limitados y menos probables. Así, quienes participan en la migración transfronteriza se enfrentan a mayores riesgos de explotación y a grandes desembolsos.

La UE tiene una gran responsabilidad en estos peligrosos corredores migratorios. Como nuestras instituciones han demostrado con la guerra de Ucrania, se pueden establecer vías migratorias regulares para brindar protección temporal a las personas desplazadas.

La necesidad de un clima de cambio

Un medioambiente seguro, limpio, saludable y sostenible es un derecho humano, reconocido por Naciones Unidas, que no se está ejerciendo en muchas partes del mundo. Esto requiere una acción urgente, como exigimos en nuestra petición #ClimateOfChange para los líderes europeos de cara a la COP27.

La justicia climática no es solo defender el derecho a migrar, sino también defender el derecho a habitar, permanecer y recibir ayudas para la adaptación y mitigación del cambio climático. La UE, como una de las regiones que más ha contribuido a la crisis climática, debe promover alianzas solidarias con las Zonas y Pueblos Más Afectados (MAPA), aportando suficiente apoyo económico.

Para evitar un “apartheid climático”, los países industrializados deben adoptar un nuevo pensamiento ecológico. Tienen que superar las lógicas extractivistas y colonialistas de sus relaciones económicas. Como sentencia el informe, la UE puede y debe acelerar su abandono de los combustibles fósiles. En lugar de ellos, tiene que adoptar la eficiencia energética, las energías renovables y modos responsables de producción. Basta de priorizar los intereses empresariales por encima de los de las personas y la naturaleza, especialmente en el Sur Global.

El orden existente amenaza la seguridad ambiental a largo plazo. Solo una transición ambiciosa hacia una economía de bienestar social y ecológicamente justa permitirá alcanzar el grado de acción necesario. El compromiso del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C no es solo la forma de evitar consecuencias ambientales catastróficas. También es la vía para garantizar los derechos humanos, sociales y económicos de millones de personas.

Es hora de abordar la crisis climática como una crisis social, llamando la atención sobre los nexos entre nuestra economía extractiva y sus desiguales impactos en el planeta.

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